EL MÉTODO BATES
William Horatio Bates

El doctor William Horatio Bates (1860-1931) oftalmólogo Americano, fue diplomado en el “College of Physicians snd Surgeons” de la Unisversidad de Cornell, Estados Unidos y ejerció en Nueva Cork desde 1885.
Consagró su vida a la investigación de la función visual, a la teoría de la acomodación y a las modificaciones fisiológicas ligadas a los estados de stress y a las emociones negativas.
La escucha dedicada a sus pacientes le permitió constatar que la vista de muchos de ellos era extremadamente variable y le llevó a concluir que nuestra vista está influenciada por la manera en que utilizamos nuestros ojos.
Observó que la agudeza visual podía cambiar en una misma persona: un individuo dotado de buena vista manifestaría errores de refracción varias veces al día según su estado y su actividad. Constató que la vista no es una condición estática, sino que cambia constantemente según el estado físico y emocional de la persona y que esos problemas pueden ser corregidos por un comportamiento visual consciente y apropiado.
Según W.H. Bates, los ojos contribuyen en un 20% a la función visual y el cerebro lo hace en un 80%. Este último, del que depende nuestro estado general, está particularmente influenciado por el stress mental y las emociones. Así que es esencial aprender a mantener los ojos y el espíritu distendidos a la vez que nuestro interés y nuestra curiosidad hacia el mundo que nos rodea.
Las investigaciones de W.H. Bates dieron como resultado un método de aprendizaje constituido de técnicas específicas que permiten reaprender los buenos hábitos en el uso de los ojos y poder así prevenir e incluso mejorar los problemas visuales, tanto en los niños como en los adultos.
Aldous Huxley, que recuperó la vista aplicando el Método Bates, lo expresa claramente en su frase:
Ver bien es un arte que se puede enseñar y aprender
Principios
Movimiento

Innumerables escuelas de pensamiento y disciplinas meditativas han acentuado el hecho de que, si todo esta en perenne movimiento y transformación, pensar en el mundo en términos estáticos, inmutables no puede más que llevar a incomprensiones y desastres.
No sólo la vista, todas las percepciones están basadas en el cambio: nosotros percibimos no las cosas en sÍ, sino sus mutaciones.
Si observamos un ojo que tiene buena visión veremos que se mueve mucho, de manera natural y continuada, mira con curiosidad todo lo que le rodea, percibe los detalles, saca muchos fotogramas mediante los movimientos sacádicos (3.600 al minuto) para enviarlos al cerebro que es el que compone la imagen nítida. Y también percibe el movimiento que todo lo que le rodea (movimiento aparente) aceptándolo y disfrutando del mismo.
En cambio, un ojo con problemas visuales tiende a mantener los ojos fijos, concentrados sobre un espacio limitado, sin parpadear y reteniendo la respiración. El número de fotogramas que envía al cerebro es muy inferior, por lo que la imagen que éste compone es menos nítida. Esta ausencia de movimiento comporta una gran tensión oculo-muscular y a menudo le acompaña un estado de rigidez, un miedo de afrontar cambios y la necesidad de ir a lo seguro, por lo que rechaza percibir el movimiento de todo lo que le rodea.
Centralización
Una de las consecuencias de la costumbre de fijar es que para ver algunas cosas manteniendo los ojos inmóviles se amplía la percepción visual, se “difunde” en menoscabo de la agudeza.
No es posible ver todo el campo visual con la misma nitidez. Hay una parte central, muy pequeña que se ve con claridad. Es la que corresponde a la mácula, el centro de la retina. El resto del campo visual, la periferia, se ve con menos nitidez, siendo más borroso cuanto más alejado está de esa parte central.
Así, un ojo con vista natural se mueve continuamente de un centro de atención a otro. Al mirar la cara de una persona, “explorará” la cara, enfocando una cantidad de detalles (hasta 3.600 al minuto) nítidos y focalizados, que el cerebro reconstruirá en una imagen nítida. Y lo hará sin fijar, sin forzar, percibiendo la periferia de manera borrosa.

Relajación

La relajación es difícil en nuestra sociedad: estamos entrenados a hacer exactamente lo contrario. La tensión es una parte tan presente en nuestra existencia que perdemos conciencia de tenerla y en muchos casos nos parece la respuesta “natural”, espontánea.
Mirar sin esfuerzo y tensión es la cualidad principal de un ojo que ve bien. La visión clara se da por sí misma cuando la mente y el sistema visual están relajados.
Nuestros ojos están preparados por naturaleza para ver con nitidez, y somos nosotros con nuestras costumbres y actitudes los que les ponemos cargas y esfuerzo que les impiden funcionar con normalidad. La mente juega un papel principal: los ojos no pueden estar relajados si la mente no lo está.
El fundamento de la tensión se encuentra en hábitos de pensar erróneos. Se nos ha inculcado desde pequeños la idea de que hacer algo bien requiere esfuerzo. En cambio, el acto de ver es pasivo. Las cosas son vistas, como son olidas, oídas y tocadas sin esfuerzo por parte nuestra. Cuando la vista es perfecta, las imágenes esperan ser reconocidas perfectamente claras y diferenciadas. No hay que buscarlas; están ahí. En la vista imperfecta se las busca y caza. El ojo va tras ellas, se hace esfuerzo para verlas.